A continuación os propongo el visionado de la última parte del capítulo 59 de Monster, por cortesía de YouTube. Hacedlo si os atravéis. Podéis comentar vuestras impresiones en esta entrada.
¿Qué veo yo de esta pequeña historia?
Mi pregunta sería la siguiente: ¿Hasta que punto podemos juzgar a los demás?
La inexpresividad del rostro de Martin es el resultado de una vida amargada por el sufrimiento, más que por el dolor, por su asimilación. Y no hay nada que sea peor que alcanzar ese estado.
El discípulo del Monstruo carece de la frialdad de su maestro, Johann. La verdad puede ser un mazazo tan brutal que puede tanto salvar a un ser humano y despertarlo de su hipócrita ignorancia, como arrastrarlo hacia el propio infierno. ¿Por cuál optaríais? Vivimos bajo millones y millones de mentiras para no aceptar la verdad. Nuestro monstruo interior es la culpabilidad.
La personalidad de este individuo cayó estrepitosamente desde el momento en que ya le era imposible justificar sus errores, la libertad para él dejó de ser algo «dado por hecho» y se convirtió en un sueño irreal y torturador, por más que se abrían las heridas al intentar tocarla con los dedos.
El discípulo no era más que la voz del caos, del sinsentido de las acciones humanas, es difícil comprender desde esta visión particular por qué existen personas que luchan por unos principios que por otro lado resultan inútiles y fantasiosos, tan sólo por demostrar a los demás su implicación personal, su interés para ser recordado y admirado por el bien de sus actos, un interés desgraciadamente egoísta, porque no hay relación sin interés, y no creo que nadie suficientemente coherente pueda afirmar lo contrario.